William Kentridge: entre la desazón del presente y los errores del pasado

Letreros hay en todas la ciudades o lugares que tengan caminos, sitios de interés, zonas que visitar. Generalmente, éstos tienen una función específica, banal: dirigirnos a un destino, evitar el extravío, ubicarnos en un espacio específico con un llano “usted está aquí”. Sin embargo, otros tienen una finalidad más imperativa, que pretende regular el comportamiento de los ciudadanos, unas veces por simple civilidad, como el conocido “No estacionarse” de un hospital; unos más, como en Sudáfrica a lo largo del siglo XX durante el llamado Apartheid (separación en afrikáans), por un violento racismo: “White Area”, que implica un “usted no pertenece aquí”.

El Apartheid fue un sistema de segregación racial –en vigor durante ocho décadas en aquel país Africano– que separaba prácticamente en cualquier contexto a la población blanca de la negra, ofreciéndole mayores beneficios a la primera y llevando a la segunda a la pobreza y el olvido. El artista William Kentridge formó parte de este contexto histórico, criado en la estabilidad pero consciente, al crecer, de que esa supuesta normalidad en la vivía su familia se alimentaba de un “absurdo endiablado”.

Kentridge nació en Johannesburgo, Sudáfrica, en 1955. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad  de Witwatersrand, Johannesburg, y en la Johannesburg Art Foundation, para después dar un giro a su carrera, formándose en mímica y teatro en L’École Internationale de Théâtre Jacques Lecoq, en Paris. Su padres, aunque pertenecientes al sector de la población blanca, estuvieron vinculados directamente con algunos personajes de la resistencia, aquellos que combatían la injusticia de las arbitrarias acciones del gobierno. Su padre, por ejemplo, fue defensor de Nelson Mandela y Desmond Tutu, piezas clave en esta lenta pero radical transformación.

Al estar presente en el apogeo y la decadencia del Apartheid, Kentridge asumió una convicción: la de retratar una vivencia personal, a través de la ambigüedad y sutileza que le permite el arte, para los ojos de una sociedad indiferente o lejana a estos sucesos. Hasta los 34 años, casado y con dos hijos, fue cuando el artista sudafricano realizó sus primeras exposiciones, sin estar, como él mismo sugiere, del todo seguro qué estaba haciendo.

Heredero del diletantismo posible gracias a la obra de figuras como Duchamp, Kentridge se vale de la cinematografía, el dibujo, la escultura, la animación y el performance para crear su obra. El elemento político está implícito en sus piezas, aunque esto necesariamente lo sujeta a este tema, ya siempre hay un toque poético, una alegoría que se escabulle de cualquier clasificación o narrativa en sus expresiones plásticas.

Durante sus ya casi 30 años de carrera, ha expuesto en espacios como el San Francisco Museum of Art; en el Philadelphia Museum of Art y en Metropolitan Museum of Art de Nueva York, entre otros más. Recientemente recibió el Premio Princesa de Asturias de las Artes y  montó la exhibición Basta y sobra en el Museo Reina Sofía de Madrid, convirtiéndose en uno de los artistas contemporáneos con mayor prestigio de la actualidad.

La obra de William Kentridge se expuso por primer vez durante una edición de cinco continentes y una ciudad, curada por Okwui Enwezor. Su obra también ha estado presente en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca. Este 2018, el artista sudafricano regresará a nuestro país para formar parte del proyecto Hacer Noche, una exhibición artística de gran escala, una iniciativa de la Naim Foundation y el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, que reúne a artistas de Sudáfrica en un rico y variado contexto cultural mexicano a través de un extenso programa de exposiciones y residencias.

Kentridge presentará More Sweetly Play the Dance, una Instalación multimedia en el Centro de las Artes San Agustín Etla, proyectada en ocho pantallas colocadas en diagonal que forman una longitud de 42 metros de largo. Es la pieza más grande que Kentridge ha realizado y retrata una procesión fúnebre basada en el concepto de danse macabre pero, en lugar de bailar con la muerte, los personajes danzan contra ella, ejerciendo una especie de resistencia. La obra se presentará en el espacio Centro de las Artes San Agustín (CaSa),  un centro de arte fundado por Francisco Toledo en la ex fábrica de Hilados y Tejidos La Soledad, fundada en 1883.

Las exhibiciones de Hacer Noche se inaugurarán en diversos espacios de la ciudad de Oaxaca del 4 al 10 de noviembre, y estarán abiertas hasta el 5 de febrero de 2019, incluyendo a más de 200 obras de artistas como Marlene Dumas, Moshekwa Langa, Kemang Wa Lehulere y Ernest Mancoba, entre otros más.

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Acerca de Hacer Noche

Hacer noche es una exhibición artística de gran escala y una iniciativa de la Naim Foundation y el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, la cual reúne a artistas de Sudáfrica en un rico y variado contexto cultural mexicano a través de un extenso programa de exposiciones y residencias. El programa de residencias comenzará a partir del 1 de octubre de 2018 y las inauguraciones de las  exhibiciones se realizarán en distintas galerías y espacios dedicados en la ciudad de Oaxaca del 4 al 10 de noviembre de este mismo año. Se trata de un proyecto apoyado por instituciones como la Fundación Harp Helú; la A4 Art Foundation de Sudáfrica; la Asociación de Amigos del IAGO; el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo y el Ministro de Artes y Culturas del Estado de Oaxaca.